24 de septiembre de 2009


Fantasmagórica, sí, sí, esa fue la palabra que usó. Tan inventada como vulgar y efectiva. Tan poco científica y precisa. Todos tenemos nuestros fantasmas, esos lugares comunes que nos duelen pero que nos dan seguridad. Esa repetición odiosa y placentera. Esas certezas tan profundamente arraigada por la que mediamos el mundo. Desde ellas lo vivimos y lo sentimos, a partir de ellas lo transitamos, lo sufrimos. Son en ellos (los fantasmas digo) en donde buscamos explicaciones como puntos de apoyos, como justificación a nuestros miedos.
Y son tan astutos (los fantasmas claro) que se esconden y se disfrazan. Cobran distintas esencias y dimensiones. Se desdibujan, se mezclan, se confunden y muchas veces se esconden que es lo peor. Simulan que no están ahí, desaparecen por un rato para aparecer luego con más fuerza, más sólidos, más enteros. Pero están, siempre están, porque son nuestro tamiz, nuestras herramientas para interpretar la realidad. Pero no son innatos (aunque a veces sea mas fácil basarnos en el recurso de la naturalización, porque de ese modo nos desligamos de la responsabilidad de modificarlos, no hay que perder de vista que no lo son) son siempre construcciones, creaciones a partir de experiencias, de momentos, de cosas que nos pasaron.
¿Entonces son buenos o malos? No, No, acá en este espacio olvidémonos de esas categorías. No sirven, no aportan. Son y eso es lo que vale, lo que importa. ¿Y que hacemos con ellos entonces? Reconocerlos en principio. Visualizarlos. Ignorarlos seria el peor error. Ya lo dijo una profesora de Sociología, no impugnemos lo que no nos gusta. Al contrario analicémoslo mas, tratemos de entenderlo, busquémosle explicaciones, sentidos, veamos su complejidad.


Volviendo entonces, no los corramos a un lado. Tampoco pretendamos que desaparezcan por completo, como si nunca hubiesen existido, no hay que ser tan egoísta e injustos, mal o bien hicimos muchas cosas gracias a ellos (Cuántas veces fueron nuestras respuestas, cuántos vacios llenaron)
Pará, pará, esto es muy complicado, muy enroscado, No me queda claro entonces ¿que hacer? Eso justamente es lo que hay que hacer. ¿Qué? Eso… Eso ¿qué? Preguntarnos por ellos, cuestionarlos, re-conocerlos, verlos, asumirlos como parte de uno. Aprender a distinguirlos y saber cuando estamos escuchando, mirando y sintiendo a partir de ellos y cuando los corremos. Elegirlos, ver cuales son funcionales al cuentito que nos armamos y cuales nos hacen mal, porque no matizan, cegan. No amortiguan directamente bloquean.
Ya sé, es como cuando caemos que uno en realidad a veces escucha, ve o siente lo que quiere, lo que quiere que sea, no exactamente porque le guste si no porque es un lugar cómodo y seguro, no es lindo pero es tranquilo (citando a una amiga tal vez el malentendido resida en creer que la vida puede ser serenidad). Claro algo así, digamos que de lo que se trata es de hacer consiente lo inconsciente.

¿Valió la pena entonces? Por supuesto, volvió la inspiración…

9 de septiembre de 2009


Voy a enseñarte a volar, niña Wendy. Ven, cierra los ojos, tiende los brazos, respira muy hondo por la nariz, salta hacia el norte, busca tu estrella… ven. Seré tu hermano volador, tu antipadre; vamos a irnos juntos como globos herrantes, como meteoritos ascendentes y perezosos, con el viento de lo alto despeinándonos cariñosamente como si fuese la mano brusca y tierna que el héroe, desde su caballo, pone sobre la cabeza del niño que le admira al pasar. Subiremos, Wendy: ¡no hay nada como volar! Y reiremos, reiremos, porque la risa es el combustible de nuestro vuelo, la propulsiòn que vence la gravedad de lo imposible.
(”Criaturas del aire”, Fernando Savater)



La Traicion de Wendy

Crecer. Crecer y olvidar lo que fuimos. Renunciar a las utopías. A los sueños que de pequeños tuvimos. Olvidarse de NuncaJamás y convertirse en un completo idiota. Esta es la traición de Wendy. Para algunos una ley natural. Para mi innecesaria.
De eso se trata entonces. Eso es lo que se pretende. contar historias imposibles, volar por el tiempo y el espacio, inventar otras realidades, ser libres como en los sueños. Eso es escribir, trastocar el orden de las cosas, decir sin miedo, jugar a que somos otros, creer en el polvo de hadas. Escribir es librar pequeñas batallas diarias y cotidianas, contra los ordenes establecidos , contra las cosas "que son asi" porque alguien nos dijo que asi son.
Algunos lo llaman inmadurez, otros locura , yo en cambio prefiero pensar que a mi me pasa como Cortazar, porque mi relacion con las palabras, con la escritura, no se diferencia de mi relacion con el mundo. Yo parezco haber nacido para no aceptar las cosas como dadas.
Los invito entonces a visitar y conocer las Historias de Nunca Jamas. De acuerdo con la leyenda si alguien desea llegar a este lugar deberá girar en la segunda estrella a la derecha, volando hasta el amanecer.